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jueves, 9 de abril de 2009

Antropología y Muerte (Parte I-III)




Unamuno comenta en su obra principal (El sentimiento trágico de la vida) que la vida humana está signada por la muerte y por la finitud, pero que aún así existe en el hombre un deseo de permanecer siendo, que lo lleva a rebelarse contra dicha finitud; y hasta tal punto es esto verdad para el escritor español que en una parte de su obra exclama: "Yo no dimito de la vida, sino que se me destituirá de ella!". Y es en esta frase donde se revela lo más íntimo del pensamiento de Unamuno, que consiste en la fundamental convicción de que el ser humano tiene una universal tendencia a la inmortalidad, o como él mismo lo postula, a no morir nunca del todo.

La realidad de la muerte y de los límites que determinan la capacidad de obrar humana son evidentes. Mas, por otro lado, como ya menciona Unamuno, existe en lo profundo de cada persona una tendencia constitutiva hacia la continuidad en el ser, que está enraizada en la vida humana misma y sirve de impulso que direcciona al ser humano a su autorrealización en una perspectiva de eternidad; es decir, lo lleva a entender su propia vida como un proyecto sin límites y con la potencialidad imaginativa de perdurar en su propia existencia.

Julián Marías en su Antropología Metafísica afirma: “Hasta tal punto es la mortalidad una determinación de la condición humana, que la palabra ‘mortal’ ha significado milenariamente hombre”. Y es que como bien dice Marías, “la mortalidad no es sólo que se puede morir, sino además que se tiene que morir”. Este tener que morir, es parte estructural del ser humano, por lo cual, es un dato con el cual el hombre tiene que contar para proyectarse en su vida si es que pretende vivir auténticamente. Pero este dato ‘esencial’ de la vida humana que es la muerte, no tiene sentido personal en sí mismo, puesto que propiamente no sabemos lo que es mi o tu muerte, ya que la muerte personal es algo con lo que sólo nos encontramos de manera indirecta en la muerte de los otros, y sólo podemos pre-vivirla biográficamente en nuestra imaginación.

Y esta pre-vivencia de la muerte se enmarca dentro de la estructura orientada al futuro de la vida humana. La vida es futuriza por su esencia, es decir, está orientada radicalmente a lo que sucederá, por eso, incluso cuando una persona recuerda su pasado lo hace desde su presente, y en tanto dicho recuerdo esté relacionado con su proyecto implícito de ser. Es por esto que todo ser humano, dentro de mi manera de ver el mundo, es un ser de expectativas. Y si se me permite definir a la persona humana, diría que es más un ser de deseos que de voluntad o de inteligencia; por lo cual, dentro de la antropología que defiendo, la voluntad y la inteligencia serían capacidades al servicio del deseo.

7 comentarios:

Ricardo Milla dijo...

Estimado Raúl:

Apunta Tomás de Aquino en su Summa contra Gentiles que lo que salva al hombre es intellectus y no voluntas, y por ende llega a definir allí como en otras partes al ser humano como una persona por naturaleza rationalis, o sea, intelectual (atendiendo a la distinción ratio-ratio, ratio-intellectus). Pero tú afirmas que la persona tiene la inteligencia al servicio del deseo, entonces la persona es un ser desiderativo, ¿cómo compaginas tal cosa con tu tomismo inicial? Como buen cristiano ortodoxo sabes que la inteligencia es la fuente y culmen de la vida humana y no el deseo. O ¿en qué sentido va tu afirmación, pues la percibo muy espuria?
Además, intelego que el deseo es algo propio de la inteligencia, pues el acto de conocer está precedido de un deseo, pero que es un deseo intelectual. Así el deseo por cualquier cosa es deseo de la razón, pues no hay nada que se quiera o se actué (a conciencia) que no haya pasado por la razón, o si quieres por el bendito neocortex. ¿Cómo pues sostienes lo que sostienes? ¿Qué define a la persona, persona: su deseo por seguir siendo o su conciencia racional de sí que va a morir y que no lo quiere?

Por otro lado, hay cuestiones que quedan algo flotantes como ¿qué es eso de futurizo (o algo así dices)? ¿Y qué entenderías por existencia? ¿Qué de aquellos que simplemente ya no quieren seguir siendo?

Saludos,
Ricardo.

Raul Haro Gonzales Vigil dijo...

Gracias Ricardo por tu comentario. El día de mañana ya debo estar terminando la segunda parte de mi post donde aclaro muchas de las dudas que tienes. Esta al ser la primera parte sólo anuncia el tema, por lo cual es cierto que quedan cosas en el aire.

Daniel Salas dijo...

Me gusta mucho este post. La vida solamente puede ser comprendida a partir del tiempo y el tiempo como experiencia humana es una relación con la muerte. La muerte, de hecho, me parece, por un lado, la más fuerte e incuestionable realidad que podemos percibir y, por otro, lo más irreal, lo menos imaginable.
Yo no pienso a partir de filósofos, sino a partir del arte. El de David Lyncho, por ejemplo, o el del maestro Robert Bresson, el gran director católico a quien no me cansaré de recomendar. Si no lo conoces, Raul, búscalo ahora mismo ("Au hassard Baltazar"). Espero algun día discutirlo con una persona inteligente como tú. Saludos.

Raul Haro Gonzales Vigil dijo...

Estimado Daniel:

No conozco a los artistas que has mencionado pero me interesa el tema así que investigaré. Probablemente en la segunda o tercera parte de este post podría hacer mención de algunos de ellos para entablar un diálogo más profundo sobre el tema.

Daniel Salas dijo...

Estimado Raul: Te recomiendo con especial énfasis (y no te vas a arrepentir) a Dreyer y a Bresson. Dreyer tiene su "Pasión de Juana de Arco" que es una obra maestra y de Bresson es notable "Au Hasar Balthazar" que gira en torno a un burrito (una obvia referencia a la mansedumbre de Cristo) y, por supuesto, "El Dinero".

dokis dijo...

sobre el extasis en los misticos:

los misticos sienten la dificultad de comunicar lo vivido, necesitan y se esfuerzan en poner palabras a su experiencia. la conciencia de lo inefable no los deja en la mudez sino que hace tensionar hasta el extremo su capacidad expresiva. por lo tanto, esta conciencia los lleva a violentar el lenguaje, a hacerlo funcionar de otros modos como unica posibilidad de hablar del exceso que ha experimentado en su contacto con lo divino. uno de esos modos es el cuerpo que al no poder mostrar algo de la cosa en si, solo podra hacer notar sus efectos. en lugar de una voz que explica, razona, historiza y argumenta hay un cuerpo que siente y expresa en su gestualidad y contorsion el contacto con lo divino. el cuerpo narra e su sufrimiento lo que pasa en el espiritu, lo actua. se constituye una corporalidad acorporal, es decir, hay una extensa exposicion del cuerpo para hacer de ese cuerpo otro cuerpo

ernesto dijo...

estimado raul:
¿hay oposicion entre la racionalidad instrumental de corte aristotelico cartesiano con la experiencia mistica?

¿la intuicion es un metodo contrario a la razon u otro modo de razon?