Después de mucho tiempo de dejar inactivo este blog, he retomado la idea de volver a publicar, teniendo en cuenta que el escribir es un modo de dejar libre al espíritu para que así pueda aproximarse a la verdad, aunque nunca poseyéndola. Este tema de Antropología y Muerte ya ha sido tratado en las primeras entradas que alguna vez escribí en este blog; y muchos se preguntaran por mi insistencia en escribir sobre este tema, y la razón fundamental es que la muerte y la vida son dos temas que siempre me han preocupado existencialmente de modo muy profundo…y estoy seguro que a alguno de ustedes también les puede suceder lo mismo.
Una de las razones por las que me he animado a escribir de nuevo tiene que ver con una experiencia personal dolorosa, que es la muerte de mi mamá, y considero, al igual que C.S. Lewis, que al observar la muerte de alguien que amamos, descubrimos el sinsentido de la vida (experiencia que nos presenta al mundo como algo carente de sentido personal) y el temor a la muerte (que en este caso es el saber que hay una imposibilidad de más posibilidades de encuentro con el ser querido) como dos dinámicas que embargan nuestro ser y nos llevan a reformular nuestra existencia (Lewis, 1962; Yalom, 1980). Esta reformulación pasa –en mi caso- por volver a preguntarme cuál es el lugar del mundo en mi vida y si existe realmente una trascendencia real después de la muerte. Puede sonar a soberbia invertir los términos y haber puesto el “lugar del mundo en mi vida” en vez de mi lugar en el mundo, pero lo único cierto en mi propia experiencia es que soy yo el que me encuentro con el mundo y no viceversa.
<<Yo no dimito de la vida, se me destituirá de ella>> (Unamuno, 1913) Estas palabras son producto de una persona en profunda angustia al enfrentarse a su finitud, y es que Don Miguel de Unamuno vivía cada momento con total conciencia de que moriría, lo cual no es un hecho fácil; ya que mirar de frente a la muerte es como mirar al sol… sólo puede soportarse un rato (Rochefoucauld, Máxima 26). Esto mismo le pasó a mi mamá, que en todo momento se mostró deseosa de luchar contra su organismo… esa estructura empírica que nos dice en cada instante que tenemos fecha de caducidad…
Algo que por siempre quedará en mi memoria es el nunca rendirse de mi mamá, tanto al final de su vida como en cualquier etapa de ella. Este asirse a la existencia es algo que me ha marcado profundamente, ya que lo que más me ha quedado de mi mamá es que nunca hay que rendirse incluso cuando el mundo pareciera abofetearte. Ella sufrió mucho, pero también supo mirar la vida y el mundo con alegría y esperanza, deseosa de que las cosas fueran cada día mejores y esperando que su sueño de vernos felices se cumpliera sin tardar ni un solo instante.
Mi mamá tuvo una real agonía, pero no en el sentido que ahora se le da a esta palabra, que ha adquirido una connotación negativa, de enfermedad… La verdadera agonía (agón) consiste en la lucha por permanecer, por desplegar el ser, por alcanzar eso que parece inalcanzable cuando todas las fuerzas desfallecen. El verdadero <<agonista>> es aquel que se esfuerza y supera sus propios límites, que no se deja vencer por las dificultades. Desde que tengo memoria mi mamá siempre veló por nosotros con cariño especial, estuvo fielmente cargando su cruz y sobretodo haciendo feliz en su caminar a mi hermana que tiene autismo, y si bien no todo fue fácil, siempre sabía cómo ponerle buena cara a la adversidad y sacar adelante a su hija que tanto la necesitaba. Lo lindo que es ver desplegarse a alguien con dificultades de desarrollo, es algo que sólo puede ser gozado por aquellos que tenemos experiencia de lo que es estar con alguien que es distinto por su propio modo de ser.
Nunca fue algo fácil asumir la pérdida para nadie, pero creo que al final como bien dice Frankl, el yo del ser amado permanece presente incluso cuando el yo actual de dicha persona se encuentre ausente de modo temporal o permanente (como lo es en la muerte). La muerte es un hecho, o más bien un horizonte, donde se manifiesta el sentido o el sinsentido de la vida. Por un lado hay un conato por persistir (Spinoza, 1677), que se encuentra en lo profundo de cada uno. Este conato o tendencia hacia la persistencia surge –desde mi perspectiva- de la confrontación entre el proyecto inacabado que siempre somos, y el hecho ineludible de la muerte como último horizonte. Esta lucha –agón- por vencer esta dificultad imposible de ser derrotada, es lo que le da el temple a la vida… de la solución que se le de a este conflicto agónico dependerá la grandeza y el sentido de la propia vida… Y la verdad es que mi aprendizaje en este acompañamiento a mi mamá en su lucha contra el cáncer, es que siempre se puede mirar y transfigurar la propia perspectiva del sufrimiento…
Hoy es el cumpleaños de mi mamá, que el 28 de Julio cerró los ojos a este mundo, y una de las cosas que siempre quedarán en mi memoria y marcadas en lo profundo de mi alma, es que efectivamente se puede ser feliz con los detalles de la vida, siendo sincero con los demás y siempre poniéndole una sonrisa a la dificultad. Sus últimas palabras hacia mí fueron: “Sé feliz y diviértete, que yo estaré bien”… Siempre se dice que no hay persona fallecida mala para los familiares, intentando con esto afirmar que en el fondo sólo se rescata lo bueno pero no se dice todo lo malo. Pero en el caso de mi madre, puedo afirmar que es de las pocas personas que se puede decir que efectivamente vivió una vida buena y que en las situaciones donde otras personas hubiesen entrado en depresión profunda, supo salir adelante dándose fuerzas con las pequeñas alegrías que le deparaba el día a día. Tuvo también muchas grandes felicidades, y cuando esto sucedía, era una persona que irradiaba su alegría y tranquilidad en los demás. Además por siempre le agradeceré haber sido la primera tutora en valores, principios y fe; y no es por ser hijo, sino por ser ella una gran persona que he visto en ella lo que en verdad significa santificarse y santificar la vida cotidiana en sus más pequeños detalles y desde la circunstancia que te toca vivir.
Con esto ya termino este post, que es el primero que tiene este tenor tan personal. Espero que sirva también de ayuda para aquellos que tienen familiares con cáncer, porque al final, esa es una enfermedad que ataca no sólo a la persona, sino a la familia entera. Creo que escribir es la vía regia –por lo menos en mi caso- para hablar de sentimientos y razones. Y a la cuestión, aún no respondida de si existe trascendencia después de la muerte, yo creo firmemente que sí, pero no puedo saberlo a ciencia cierta, así que mi opción existencial es aferrarme a la vida y al proyecto que esta significa, y asumir con fortaleza y esperanza la confrontación con esa estructura empírica que clama por la muerte y que algún día nos destituirá de la existencia… pero siempre diré, al igual que lo hizo mi mamá: ¡yo no dimito de la vida!